Un poco de historia del Carmelo de Toro
Esta comunidad de Carmelitas Descalzas de Toro ha celebrado en 2019 el IV Centenario de su fundación, que tuvo lugar el 20 de Octubre de 1619, teniendo por titular a San José.
Fueron sus comienzos el deseo de un matrimonio toresano: el regidor D. Gómez de lada y Dª Isabel Vela que, al no tener descendencia, quisieron dejar sus bienes para un convento de monjas. En Toro, en aquel tiempo, abundaban conventos de diversas órdenes religiosas, esto y otras circunstancias no lo pusieron nada fácil para que se llevara a cabo. El P. General de la Orden designó a dedo a ocho carmelitas, venidas cada una de un convento, para formar comunidad, siendo la M. Elvira de San Ángelo, natural de Ávila y profesa de Medina del Campo, la primera priora. Mujer muy entera y de virtud nada común, monja experimentada y madura, que conoció en su juventud a Sta. Teresa.
Los primeros años de esta fundación están llenos de dificultades y heroísmo, la enorme pobreza y las enfermedades se llevan en poco tiempo a lo más florido de la comunidad.
Una de las causas fue que habitaron el convento antes que los enormes muros de piedra se secasen; esto y el duro invierno toresano casi terminan con la fundación, pues en 20 años murieron todas las primeras hermanas.
En los tres primeros siglos se pasaron por muchas vicisitudes, pero fueron sorteándolas con fortaleza y virtud. Y también por periodos de bonanza y florecimiento vocacional, según consta en los libros del archivo del convento. Algo a destacar en la mitad del siglo XX fue la fundación que hizo esta comunidad en Sabarís (Vigo) en 1947. Más tarde, con la llegada del Concilio Vaticano II, se percibe una evolución en la vida comunitaria, al aire de la renovación eclesial, aceptando gustosamente las nuevas directrices en las diferentes dimensiones de nuestra vida: liturgia, clausura, formación, federaciones, etc., tratando así de ser una comunidad con sensibilidad a los signos de los tiempos.
En la actualidad la comunidad está compuesta por 14 hermanas de diferentes regiones. Nos dedicamos principalmente a la oración y a la vida fraterna, según nos quiso Santa Teresa. Con el trabajo manual, la repostería en nuestro caso, procuramos sustentarnos. Por otra parte, nuestra vida sencilla y orante nos lleva a estar en comunión con nuestro mundo amando, acogiendo e intercediendo por toda la humanidad.