Hna. Pilar Huerta Román
Ávila, la ciudad de Teresa de Jesús, se extiende más allá de sus murallas. Y en un pueblo de la Moraña, Horcajo de las Torres, vi la luz. Soy la mayor de cuatro hermanos. Una niña traviesa e imaginativa a la que le gustaba jugar con sus hermanos, hacer travesuras y compartir juegos al aire libre con otras niñas. Años de infancia, llenos de felicidad y despreocupación de los que guardo muy buen recuerdo.
Pertenezco a una generación con hondo sentido religioso y una sólida formación en valores morales. De hecho estudié en varios colegios de monjas. Y fue precisamente con un grupo del colegio, cuando recalé en este convento para celebrar una Pascua juvenil. Por extraño que parezca, fue entonces cuando descubrí que quería estar en el Carmelo. Y es como si toda mi vida, se expandiera y resumiera en este hecho.
Debe de ser por eso que, desde entonces, me he sentido llamada a seguir los pasos de Jesús dentro del carisma teresiano. Ella, Teresa de Jesús, sus obras y su estilo de vida me cautivaron. Como ella, entré en el Carmelo un día 2 de noviembre. Coincidencia que siempre me ha hecho feliz.
Con el paso de los años he arribado, como buena alumna de la Santa de Ávila, al luminoso puerto de la Sagrada Escritura. Es así como he llegado a comprender que una segunda vocación se abría paso en mi vida: el estudio y la profundización de la Biblia. A él he dedicado, y sigo dedicando, gran parte de mi tiempo, tratando de hacer partícipes a los demás de los tesoros bíblicos, en las distintas formas que me permite mi vocación carmelitana.
Me siento satisfecha del camino recorrido. Hago míos los versículos del Evangelio que dicen que quien ha dejado todo para seguir a Jesús recibirá cien veces más y después heredará la vida eterna. Ciertamente que el camino de la vida no está exento de dificultades. De hecho el evangelista Marcos, no sé si con cierta ironía, añade que todo esto se adereza con persecuciones. Pero creo que no tiene precio la convivencia con las hermanas, las relaciones entre nosotras y con un montón de amistades. ….El camino que hemos ido recorriendo juntas y por supuesto el conocimiento y la experiencia de Cristo Jesús mi Señor.
Y aquí sigo, hasta que Dios quiera, corriendo la carrera de la vida, intentando conquistar el premio que Dios promete a los que le obedecen.